De la comparación a la autoevaluación: Los avances de la UCSH
Desde un tiempo a esta parte, las comparaciones entre entidades sobre sus resultados e impacto de un determinado quehacer, en todo tipo de organizaciones, se han ido posicionando como lugares comunes, como criterio para emitir juicios sobre lo buenas o malas que han sido las decisiones sobre las políticas y estrategias asumidas en tales organizaciones. Como ejemplo, basta fijarse en las comparaciones que comúnmente se han realizado entre nuestro país, y las realidades y desempeño de países como Nueva Zelanda y Brasil, respecto del control de la pandemia.
En las organizaciones educativas, tales comparaciones son parte de su tradición y cultura. Así, como estudiantes, las diferentes formas de calificar el aprendizaje se vuelven fuentes de premios y distinciones, como el de ser un “buen compañero” u obtener un mejor lugar en un ranking; mientras en el caso de las instituciones escolares, los resultados de las pruebas estandarizadas son indicadores que siguen contribuyendo a la cultura de la comparabilidad institucional y territorial.
Situación similar ocurre con las instituciones de educación terciaria, especialmente las universidades, las cuales frecuentemente exhiben como parte de sus estrategias de marketing sus áreas de acreditación, y la cantidad de años por los cuales han sido acreditadas. A ello se suman diferentes indicadores de productividad académica, preferentemente asociados al ámbito de la producción de conocimiento, tales como: cantidad de proyectos externos adjudicados, publicaciones científicas indexadas, número de doctores, docentes con postgrados, etc. Esto, por lo demás, con cierta ausencia de indicadores sobre cómo tales logros se transfieren e impactan en el bien común y el buen vivir.
Poco se repara, en la racionalidad comparativa, en que al igual que los estudiantes, las instituciones poseen una historia y habitan en un contexto único e irrepetible, en el que han nacido y se han desarrollado; siendo estas consideraciones elementos que complejizan cualquier comparación con otras entidades similares.
En cambio, el criterio comparativo que probablemente más sentido tiene en los procesos formativos integrales, es la comparación de una entidad consigo misma, respecto de cómo progresa en el tiempo, principalmente en el aprendizaje de habilidades. Criterio que podría trasladarse a las instituciones y constituirse en un ámbito de reflexión colectiva.
En el caso de la UCSH, al indagar en los contenidos de los diferentes testimonios audiovisuales e informes sobre los procesos de autoevaluación para la acreditación institucional a lo largo de los años, sorprende positivamente, alienta y anima ver cómo se ha ido avanzando en las diferentes áreas e indicadores de desarrollo en esta última década, particularmente este último quinquenio.
Dada la caracterización histórica que ha tenido la UCSH como universidad “docente” y sus logros en tan relevante ámbito formativo por casi cuatro décadas, llama la atención el notable impulso que ha tenido el área de investigación, por lo demás uno de los ámbitos que mejor captura y tipifica a las universidades complejas, y el sentido de ser una institución que genera y produce conocimiento.
A modo de ilustración, algunos datos históricos: en el año 2005, al comienzo del primer ejercicio de autoevaluación, solo había 8 doctores en la planta ordinaria o permanente, y en el 2008, para el segundo ejercicio de autoevaluación, 13. Cifras que contrastan sustantivamente con la actual realidad institucional, en que al 2019, se registran 51. Casi el cuádruple. Asimismo, el número de proyectos de investigación adjudicados ante fondos concursables externos, como los de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID, ex Conicyt), en aquellos períodos no superaban la unidad por año, y frecuentemente no había. Similar realidad se observaba en el número de publicaciones científicas indexadas. En cambio, en el año 2020, distintos investigadores de nuestra universidad se adjudicaron 8 proyectos Fondecyt, además de otros importantes concursos.
Sin duda, la evidencia basada en los datos, junto a los testimonios de académicos, administrativos, directivos, autoridades, muchos de ellos con no más de cinco años en la UCSH, animan y reafirman que comparativamente, consigo misma, esta última década y quinquenio es de notable progreso. Con una UCSH cada vez más próxima a convertirse en una entidad universitaria compleja.